domingo, 21 de junio de 2009

ETICA DE TODOS

Alfredo Vera* Quito, junio 21 2009

Rafael Correa, líder, conductor y guía de este proceso único e histórico, identificado como la Revolución Ciudadana, marcó la cancha cuando dijo y repitió: “Yo en lugar de él(su hermano Fabricio) jamás hubiera hecho eso” (contratar con el Estado).

No es que el país deba darse golpes de pecho ni, que se deba hacerse nada en función de “el qué dirán” los vociferantes y amargados partidócratas y periodiqueros, carentes de autoridad moral, a los que vengo estigmatizado desde siempre: Estoy convencido que hay que despejar la imagen y el camino de la Ética y la anticorrupción porque así reza un Eje del documento teórico de la Revolución Ciudadana, pero más aún de ello, que podría terminar siendo declaración retórica, sino por la esperanza de que algún día se pueda llegar a la justicia integral que anhelo el hombre humilde de la tierra, su familia desnutrida, analfabeta, discriminada, desempleada, olvidada desde toda la vida, a la que le han robado todo, por lo que no se puede permitir que le roben también su esperanza.

Parte sustantiva del mensaje ideológico de la Revolución Ciudadana es el de restaurar el derecho universal de los ecuatorianos a sentir y empoderarse del rescate y puesta en vigencia vinculante de una serie de derechos que son implícitos a la vida humana, con mensaje claro y terminante: “La Patria ya es de todos” y con la Patria, que envuelve la integralidad de conceptos intangibles: soberanía, dignidad, identidad, patrimonio; también el acceso a la educación, a la salud, a la cultura, a los bienes tangibles.

Es más, como dije, el tercero de los 5 Ejes de la Revolución Ciudadana “REVOLUCION ETICA, COMBATE A LA CORRUPCION” preconiza y manda a sus adherentes la lucha implacable contra esta crisis que asoló a la humanidad y a la Patria por siempre y que se agudizó a límites intolerantes en las últimas décadas, cuando se arrasó con todo principio ético.

Por eso: al decir “La Ética ya es de todos” hablamos de un mandato vinculante a todos y para todos pues, aunque no se haya promocionado en esos términos, constituye un valor implícito y paradigmático para que se respete ese Eje ideológico, sin el cual la revolución es grandemente vulnerada.

Ni el más envenenado de los detractores y enemigos de Rafael Correa se ha atrevido a expresar, ni una mínima duda siquiera, de que el conductor de este proceso haya tenido algo que ver con los contratos que por intermedio de sus empresas, no como persona natural, realizó el hermano.

Ninguno de los medios afectados por la firmeza del Presidente Correa para denunciar las manipulaciones de la información, hasta ahora no pudo señalar alguna violación legal o delito de Fabricio Correa, que no sea lo mismo que repitió el Presidente en Cochasquí, cuando aseveró: “Mi hermano debió cuidar al Presidente”.

Vale agregar: además del hermano, el cuidado del Presidente es tarea de todos y la obligación de cuidar al Presidente no es por su persona, solamente, sino por el rol que juega en este proceso de la Revolución Ciudadana.

Si, como defiende frontalmente Fabricio Correa, los procedimientos de contratación son legales y él mismo desafía la revisión sin límites de esa legalidad, no debe ni puede ignorar que la maledicencia seguirá pretendiendo hacer daño al proceso que vivimos, asimilándolos a la historia de las suculentas travesuras de los agnados y cognados de la mayoría de los escandalosos gobiernos precedentes de los enloquecidos y entontecidos por el dinero, en que los presidentes eran sordos, mudos y ciegos de lo que hacían sus parientes, con la sola y honrosa excepción de Rodrigo Borja.

Jamás la personalidad del ser humano puede desdoblarse y cada uno de nosotros tiene derechos pero también tiene deberes: los derechos son legales, los deberes son éticos y morales.

Muchas veces en la vida uno voluntariamente, sin que nadie lo obligue, tiene que sacrificar derechos para privilegiar la ética. Con los derechos se vive, se come, se satisfacen necesidades materiales: con la ética se trasciende a la grandeza del espíritu y la tranquilidad de la conciencia.

Esos personajes que admiramos y quisiéramos ser dignos de poder emularlos: Bolívar, Sandino, Alfaro, el Che y miles más, siempre, siempre, sacrificaron sus derechos por ser fieles a sus principios éticos.

Fabricio Correa, empresario pero hermano del conductor revolucionario, debería ser consecuente con la sensibilidad social, que esa sí interesa, y tomar una decisión de de sacrificio transitorio: dedicarse a la actividad comercial privada y renunciar a sus derechos comerciales, empresariales, económicos de esos contratos y fortalecer su fe cristiana de la opción por los pobres, que son por los que lucha su hermano y millones que compartimos su pasión revolucionaria, entre los que está el más modesto pero rebelde de sus conciudadanos, que estas notas escribe.

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