Quito, 4 de Julio, 2009
Juntó sus 2 nombres y así empezó a llamarse en los últimos tiempos “Jorgenrique”, Jorgito, “el turquito”, posiblemente por influencias cibernéticas, así como creó el “emilio” para castellanizar el “e-mail”.
Jorgenrique nos fue preparando muy silenciosamente su partida, siempre con una sonrisa para que lo recordemos con el lado bueno del alma y con mirada bondadosa.
Tuve el privilegio de acceder a su amistad por tres intermediarios de inmensa calidad humana: en una primera etapa, en Guayaquil, fue el Chileno (Luis) Martínez Moreno cuando, con mi primo hermano poeta Nani (Fernando) Cazón Vera, nos insertamos precozmente a la vida bohemia junto a Pedro Jorge Vera; y un poco mas tarde, cuando cometí matrimonio con Saskia, la hija de Guayasamín, la alianza de la amistad se selló con una fraternidad cuyo ejemplo se refleja en la decisión que asumió el visionario Oswaldo, que disfrutaba creando para el futuro, no sólo que sembró un árbol de ciprés en el filo del terreno de su casa, desde donde nadie le quitaría la visión del Pichincha, sino que vaticinó que en las raíces de este árbol (al que mas tarde lo llamamos “de la vida”) se enterrarían las cenizas de ambos, cada uno en su propia vasija de barro.
No estarían solos, porque el propio Oswaldo dispuso que los restos de su biznieto (mi nieto) Emilio Verduga Vera, fallecido en el accidente aéreo de Cubana de Aviación, ocurrido en 1998 en el aeropuerto de Quito, se conserven allí.
Cuando a los inicios del 50 Oswaldo, en su departamentito de la Venezuela y Galápagos, concluyó de pintar el cuadro denominado “Origen” invitaron, junto con Maruja Monteverde, a sus mejores amigos para que miraran la obra de la que se sentía muy orgulloso: una figura humana en el fondo de una vasija de barro. Al calor de los alcoholes (Mallorca Flores de Barril) tres poetas y un pintor (Jorge Carrera Andrade, Hugo Alemán, Jorge Enrique Adoum y Jaime Valencia), sobre la contratapa de un libro de Proust, fueron escribiendo las estrofas de la celebre tonada, que con música del mas acreditado dúo formado por Gonzalo Benítez y el Potolo (Luis Alberto) Valencia, compuesta en ese mismo instante, a la que llamaron “Vasija de Barro”.
De ti nací y a ti vuelvo
arcilla vaso de barro
con mi muerte vuelvo a ti
a tu polvo enamorado.
es la estrofa de Jorgenrique y, sin pretender otra cosa que interpretar los sentimientos, pienso que refleja el espíritu y la ternura del querido amigo de décadas de afecto.
Cuando se habló de que había llegado el momento de que escriban una biografía de Guayasamín, él dijo: al único que le confío esa intimidad es a Jorgito y se encerraron a dialogar día de días para hablar de todo y escribió lo que consta en ese gigante libro alemán. Algún día cercano, sin censura, haremos conocer esa privacidad de dos inseparables amigos, que es más que hermanos.
Desde que nos dejo Oswaldo, cada 6 de Julio con Jorgenrique y otros familiares y amigos, hemos acostumbrado reunirnos en el árbol de la Vida y escanciar unos vodkas, que fue siempre el licor preferido como sello de esa amistad.
En el mundo de la amistad, por coincidencia o por esos misterios que son como el tejido de la tela de araña, sucede que Pedro Jorge se fue el 5 de marzo y a los 5 días se fue Oswaldo. El jueves 2 de Julio, en una apoteósica noche, junto a “Los Desastres de la Guerra” del Maestro Goya conmemoramos, con centenares de amigos, el 90 natalicio del Maestro Guayasamín y horas mas tarde, el amigo cuya ausencia era dolorosamente notoria, Jorgenrique, se iba.
En lo sucesivo habrá que rociar dos vasos de vodka al pie del árbol de la Vida en la misma fecha.
Y va tener que pluralizarse la frase: “Mantengan encendida una luz que siempre vamos a volver”.
A nombre de Pablo, Cristóbal, Verenice, Saskia y Cachito te decimos con el corazón de Oswaldo:
¡Salud Jorgenrique!.-
Alfredo Vera* Quito,
Autorizada su reproducción
sábado, 4 de julio de 2009
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