QUITO, 27 septiembre 2009
Queda en la memoria el concierto por la paz vivido en La Habana, , como el acontecimiento cultural más trascendente de la última historia, protagonizado por el artista Juanes y 15 exponentes de la música que jamás habrán soñado mostrar su arte ante más de un millón de humanos presentes y decenas de millones televidentes regados por el mundo.
Sólo una causa como la paz podría haber producido una concentración humana tan sensible, tan ordenada, tan participativa, tan emotiva.
Sólo un pueblo como el cubano, tan heroico, tan luchador, tan organizado, tan democrático, tan generoso, tan fraterno, podía congregarse en esa magnitud y dar un ejemplo así.
En las buenas y en las malas y siempre con la solidaridad como insignia, desde hace 50 años, el pueblo cubano nos ha dado ese ejemplo.
Es su convicción ideológica y política. Es su escuela de lucha en la defensa de su soberanía. Es la dignidad en que ha sido educado. Es la militancia en sus organizaciones, particularmente en los CDR (comités de defensa de la revolución), que tanto vituperio recibieron de la peluconería ecuatoriana. Son los valores sociales que unifican a ese gran pueblo cubano.
La paz, como se ha dicho tanto, no es sólo la ausencia de guerra. Son pocos los puntos del planeta donde impera el lenguaje de las balas. Sin embargo en todo ese planeta impera la destrucción de la paz, agraviada por la injusticia, por la violencia prepotente, por la intolerancia de los poderosos, por la imposición del miedo, por el secuestro de la inteligencia y la verdad, por el hambre, por la irresponsabilidad, por la mediocridad.
En nuestro país había un ambiente positivo pleno, entusiasta, lleno de esperanza para un pueblo que había recuperado la posibilidad de soñar en un mundo más justo, más equitativo.
Un líder intachable, incansable, capacitado, con vocación y pasión por el cambio y con la autoridad moral indispensable para gestar una gran movilización popular, desgraciadamente no orgánica, en apoyo a las tesis del ansiado cambio al que llamó “revolución ciudadana”.
La revolución implica ir dejando en el pasado las taras y los vicios, acumulados como costra en la piel social, por la indiferencia ante la injusticia y también por la acumulación de privilegios otorgados por las grandes y pequeñas cuotas de poder.
Ser un pelucón magnate, con chequera y fortuna heredada, bien o mal habida, imponía disfrutar de muchísimo poder para tener la facultad, inclusive, de levantar el teléfono y dar órdenes al Presidente. Todos los privilegios, todos.
Llegar a medrar alguna instancia en la dirigencia de un sindicato, agremiación, directiva de plantel educativo, cargo en la judicatura; ser ahijado, compadre, amante o guardaespaldas de un aprendiz o graduado de pelucón, significó, a veces, tener algunos de todos los privilegios, todos.
Al producirse un movimiento del tablero y empezar a perder privilegios que parecían normales y se mantenían inmóviles, como el cocolón de las inequidades, genera burdas pero fuertes reacciones.
Si, por ejemplo, un joven se afilia al partido político secuestrador de la educación, MPD, consigue por ese hecho, sin formación y capacidad, ingresa al magisterio, y, si es eficiente paralizador de clases y tirador piedras, asciende a "dirigente de la UNE", deja las aulas, se dedica al proselitismo partidista y pronto es candidato a concejal, a diputado para dedicarse únicamente usufructuar de su condición y nunca más a dar clases.
Esa es la historia de Gustavo Terán, cancelado de un colegio en Tulcán, luego de otro en Ibarra y terminó teniendo, por sus privilegios, DOS cargos y cobrando durante 10 años DOS sueldos, uno en Azuay y otro en Tulcán, sin trabajar en ningún plantel y ser una de las eminencias del MPD.
Cuando alteran la paz ciudadana a piedra y garrote, movilizan criminalmente a adolescentes a tirar piedras y los cómplices les dan páginas con fotos, pantalla y micrófono para que desahoguen su odio, es porque los cambios de la revolución ciudadana les está arrebatando algunos o todos sus privilegios.
Eso no formó parte del hermoso y sentido Concierto de Juanes, canto a la vida, expresión clamorosa por la paz.
Paz para que la familia cubana pueda reunirse por encima de la mafia de Miami que ya amenazó de muerte a Juanes.
Paz para que la familia ecuatoriana pueda educar con calidad a la niñez y no lanzarla a las calles para defender los privilegios de la UNE que no se evalua porque tiene certeza de su mediocridad.
Paz que arrancó légrimas de ternura a Miguel Bossé y a miles, millones de espectadores.-
Autorizada su reproducción
domingo, 27 de septiembre de 2009
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