domingo, 14 de diciembre de 2008

A G O R E R O S

Alfredo Vera* Quito diciembre 14, 2008

Una de las identidades más perjudiciales para el desarrollo de la autoestima del individuo y de la sociedad ecuatoriana es haberse dejado atrapar por el espíritu nefasto de los agoreros.

Ni historiadores, ni psicólogos sociales, ni analistas espirituales, podrán determinar cómo, desde cuándo, por qué causa, si motivados por algún maleficio ancestral o herencia de un sincretismo cultural legado por los conquistadores, pero lo cierto es que estamos signados por el pesimismo enfermizo.

Teniendo una música tan armoniosa y bella no podemos desconocer que hasta en eso nos agobia la tristeza de un yaraví, de un pasillo, de una tonada.

Alguna vez nos hablaron de una "raza vencida" y nos autoconvencimos de que al final de nuestro túnel hay una tiniebla completa.

Se fue creando en el colectivo humano una serie de complejos que ha sido muy difícil superarlos en la mayoría de las actividades en que nos desempeñamos.

No es raro que algunos se den por vencidos antes de cualquier batalla, por eso tampoco es raro espectar que hay pelucones mentales empeñados en que devaluemos nuestra dignidad y soberanía nacionales.

Influidos por el precursor pensamiento de Eugenio Espejo, creo que le corresponde a los insurgentes del 10 de agosto, gestores del primer grito de independencia lanzado desde Quito (reconocido por los chilenos y no por nosotros) el haber sembrado la primera semilla de rebelión contra los agoreros, pero como los asesinaron no habrá faltado quienes digan "Ya ve, de gana se metieron".

Luego, la clarinada de Eloy Alfaro, la revolución Juliana del año 25, la insurrección popular armada del 28 de mayo, la guerra de Paquisha, son los hitos cívicos que han ido tratando de romper esa muralla del fatalismo y la desesperanza que construyeron los agoreros.

Se deduce que sólo es la convicción de lucha la que puede hacernos cambiar, hacernos encontrar nuestra mejor identidad para repetir con el poeta: "el que no espera vencer, ya está vencido".

El que no va por la victoria es un derrotado de antemano. La convicción de la victoria hace a un pueblo heroico. La historia de la humanidad y de los pueblos está plagada de esos ejemplos. Nuestra propia historia así lo demuestra.

Pero estas aseveraciones tienen también una identidad filosófica de clase social: es del verdadero pueblo no de las clases pudientes y adineradas de dónde sale la fuerza de la rebelión, la convicción de lucha, la voluntad de vencer, la certeza de la victoria.

Cuando una causa es justa, la sociedad se apodera de la esperanza y si no se la deja disminuir, menos arrebatar por los que todo se roban, hay que afirmar que ella es invencible y heroica.

Los agoreros serán aplastados por el peso de la verdad, cuando los cambios sociales que conducen a la equidad, a la justicia y a la solidaridad, resplandezcan por encima de los egoísmos.

El pueblo ecuatoriano quiere y puede construir un nuevo país; quiere que cambie la distribución de la riqueza; quiere educación y salud de calidad y calidez; demanda transparencia y honestidad en los actos de los poderes del estado.

Paralelamente hay que luchar contra los atavismos de la politiquería, de la corrupción, de los privilegios, de las exclusiones, de las discriminaciones, de las prepotencias, de los complejos de superioridad y de inferioridad conque las clases dominantes impusieron un modelo económico injusto y social perverso.

Uno de esos atavismos es, precisamente, el imperio pesimista de los agoreros del desastre que desde el principio de la revolución ciudadana vienen pronosticando el fin de la historia ecuatoriana.

Hoy esos agoreros están de plácemes, regodeándose, por la crisis de la recesión que se irradia desde el coloso imperial del norte.

Más aún, si el jefe de estado no le ha puesto precio a la soberanía y a la dignidad nacionales y ha roto la costumbre de pedir permiso a un amo para gobernar.

Para los neoliberales es un sacrilegio implementar una política internacional soberana y llegan al histerismo cuando el gobierno del Ecuador, que cuenta con cinco victorias concluyentes en las urnas, decide estrechar sus vínculos de amistad y comercio con quien más le conviene; decide no admitir empresas corruptoras y corruptas; decide impugnar la legalidad de los tramos ilegítimos de la deuda externa; y, en la política interna dice ¡ya basta¡, y da por terminada la dependencia de los que se convirtieron en dueños de la patria.

Las noticias a ocho columnas, los editoriales con textos sanguinolentos, los comentarios truculentos, la crónica roja como pan del día, las imágenes de las plañideras demandando conmiseración, no deben derrotar la convicción de que los coletazos de la recesión del capitalismo nos golpearán a todos pero no nos derrotarán ni se nos robarán la esperanza.

La lucha fue, es y será siempre dura.

De lo que debemos convencernos es que sin voluntad no hay lucha; sin lucha no hay posibilidad de victoria; sin victoria no hay opción de cambio; sin cambio no hay revolución; sin revolución no llegaremos a la necesaria y ansiada justicia social.-
Autorizada su reproducción

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