sábado, 1 de noviembre de 2008

INFALIBILIDAD

Alfredo Vera.- Quito 29 de Octubre 2008

La infalibilidad es un dogma y como tal es un concepto que se fundamenta a la fe y se la atribuye al representante de Dios sobre la tierra, para los sacerdotes, Obispos, que, por voluntad de sus compañeros, se convirtieron en Papas a lo largo de los siglos de los siglos.

En el argot popular, la antítesis de la infalibilidad, se la enarbola diciendo que “lo perfecto es enemigo de lo bueno” y aquellos inútiles que andan pretendiendo la perfección terminan no haciendo nada, porque ella científicamente no existe.

Por eso también el argot ridiculiza a aquellos especímenes diciendo que son “más papistas que el Papa”.

Absurdo, entonces, el triste papel de los que se dedican a condenar a la nueva Constitución porque, según ellos, tenga tal o cual falla, error, omisión o exceso.

En primer lugar, hay que ver si el “papista” que critica tiene autoridad intelectual y moral para espulgar el texto y, en segundo, si su óptica no está manchada por la defensa de algún interés bastardo.

Pero, en cualquier caso, el axioma científico de que toda obra humana es perfectible, en el tiempo y en el espacio, es aplicable a la realidad de este documento y esto sin dogma alguno, puesto que, para que ello se logre sólo depende de la voluntad humana, que es la poderosa herramienta de superación y desarrollo de la especie pensante.

Los vociferantes críticos contra el texto aprobado en el Referéndum tendrán que llenarse de paciencia, mientras se consigue que decida el juez máximo, dirimente del destino de la sociedad ecuatoriana, el pueblo soberano que aprobó la ley de leyes, y habrá que confiar en que sus representantes electos tengan la capacidad y la sensatez de establecer si una norma de la Constitución en verdad afecta o no a la ciudadanía, o sólo al grupo de privilegiados que se oponen al cambio.

El cambio es una incertidumbre que la va a ir resolviendo la ciudadanía, como el campesino acomoda las alforjas, mientras se hace camino al andar.

¿A dónde va el camino? A donde la mayoría ciudadana decida, no a donde quieran los pelucones.

La amargura de los derrotados o los intereses de los que pierden algún privilegio, frente a los errores que humanamente los asambleístas pudieran haber cometido, no pueden explicar la virulencia de los periodisteros, que se creen gerentes propietarios de la verdad y que a diario compiten por lograr denostar y desprestigiar la tarea cumplida en Montecristi.

Difícil pedir, imposible conseguir, que los amargados y los perjudicados por perder privilegios, dejen de sentir que la infalibilidad les pertenece y los “carlos veras”, “jorges ortices” y otras hierbas de la misma estirpe, sigan emitiendo chillidos ante la opción de criticar algún texto, convenga o no convenga.-
Autorizada su reproducción

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