sábado, 21 de noviembre de 2009

L A N O C H E

QUITO, nviembre 15, 2009

Cuando Correa arribó al poder empezó a jugarse en el ambiente político nacional el tema de la noche, porque el recién electo habló de la larga noche neoliberal y para los usufructuarios de esa inmensa farra se les hizo una verdadera noche que ya les está costando 3 años de padecimientos, con unos chuchaquis de angora, para los que no hay cebiches que mitiguen la tortura del odio matizado con miedo.

Con sólo la llegada de Correa no podía terminarse la noche neoliberal, porque había sido larga, interminable y, además, porque sus secuelas habían formado cocolón que no era fácil despegarlo, masticarlo y digerirlo, por lo arraigado que estaba en las costumbres, el corazón y el bolsillo proclive a la corrupción, de una colectividad que la había sufrido y pensaba que fatalmente debía convivir por sécula seculorum con la impunidad, la política de hechos consumados a partir de la prepotencia, la arbitrariedad, la insolencia, la violación a la constitución y leyes, todo lo que se hacía en nombre de la competitividad, del libre mercado, de la privatización, de la abolición del obeso Estado.

Mientras el Presidente se desvelaba en sus noches de intenso trabajo, buscando equipo que se integrara a la mentalidad revolucionaria, y formulaba planes para cambiar la estructura que se había construido, arraigado y consolidado en lo que quedaba de Nación, habían otros allegados, hasta su propio hermano, que daban por hecho que la oscuridad de la noche se hizo para farrear, para gatear, para delinquir, para violar, para esconder valores éticos, para acumular fortuna, para tramitar contratos, para sacar tajada de todo y, cuando son sorprendidos en sus delitos, la respuesta es escupir lodo con ventilador sin tener ni la valentía ni la voluntad de comprobar sus denuncias.

Y esa perversa y lujuriosa noche, si es que la justicia, que también tiene resabios neoliberales, actuase con elemental severidad, se podría convertir en la noche de las torturantes pesadillas que explicarían el odio, el histerismo alharaquiento, que ahoga a la peluconería alarmada por lo que se viene, cuando de verdad termine de instaurarse la Revolución Ciudadana en todos los ámbitos de la convivencia humana, como debe ser.

Digo, el día que toda institución y toda persona rinda cuentas a la sociedad por sus acciones u omisiones; el día que los promotores de la impunidad sean sancionados; el día en que se instaure la justicia para todos; el día que haya disciplina social; el día que el buen vivir no sea solo para los pelucones.

Para cumplir esa utopía, ese sueño mayoritario, es necesario que los colaboradores del régimen; los activistas; los medios públicos; la ciudadanía toda; adquieran conciencia revolucionaria.

Entonces comenzará de verdad a regir la larga noche buena de la revolución y se sentirá la diferencia, porque no habrá apagones que la oculten, con la mala larga noche neoliberal y sus secuelas que siguen coleteando, como se puede constatar cuando nos desinformamos a través de los medios al servicio de la peluconería, cada vez más descarados.

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