miércoles, 21 de noviembre de 2007

A LA HORA DE VOTAR

Mi homenaje a la memoria siempre viva del inolvidable comandante Ernesto Ché Guevara a los 39 años de su sacrificio por el hombre nuevo.


A la hora de votar, la mayoría de ecuatorianos decide con el corazón, el estómago y el hígado. Esta interpretación es de Santiago Nieto, director de la encuestadora Informe Confidencial, (Noticia publicada en El Universo del 9 de Octubre)


Quito, 10 de octubre del 2006.-

La afirmación de Santiago Nieto, producto de un análisis cualitativo en una de sus encuestas, fortalece lo que muchos sospechamos: la crisis de la estructura social de un país con analfabetos, analfabetos funcionales, despojos de los procesos migratorios, víctimas del altísimo porcentaje de quienes llevan una vida infrahumana ya no de pobreza solamente sino de miseria, con una clase dominante propietaria de medios de comunicación que inoculan veneno disolvente de valores humanos, individuales y colectivos, decimos, una crisis aniquilante así, da como resultado que a la hora de votar el ecuatoriano decida su voto con cualquiera de los órganos que obviamente provocan reacciones viscerales, menos con el cerebro, que podría provocar un voto razonado, razonable, para ver si por el camino de los papeles en las urnas se puede llegar a la constitución de un régimen que no sea el producto de la descomposición de quienes habitan este pobre país.

Y eso que no habló (aunque estaba implícito) de los que deciden su voto con el bolsillo.

Es desalentador admitirlo, pero Nieto tiene razón.

¿Y se puede culpar al votante o al entorno social de esta lacerante realidad?

Esa es la diferencia entre un hombre víctima de una crisis social que lo mantiene marginado, excluido, y el hombre nuevo que soñaba el Che Guevara por el que murió hace 39 años.

Sacar a los ecuatorianos de esa crisis no es materia de juego. No se puede jugar a la democracia ni se puede jugar a la revolución.

Vivimos un proceso electoral donde el juego para acertar en la conquista del favor del voto, se dirige al corazón, al hígado, al estómago y hasta el bolsillo, menos a la conciencia del individuo.

El país se embarca en la corriente y, cierto, parece imposible o supremamente difícil romper el círculo vicioso que atrapa a cada proceso, donde desaparece la memoria, porque hoy ya nadie se acuerda lo que fue la campaña anterior que le dio el triunfo a Gutiérrez a base de jugar a la democracia y jugar a la revolución.

Juegan a la democracia y proponen destruir la poca institucionalidad que queda. Y hablan de revolución para levantar falsas expectativas sin ninguna voluntad para cumplir.

El revolucionario es, en la escala, el político de más alto nivel. Tiene una ideología sólida y definida, una voluntad inquebrantable de lucha.

No jugar a la democracia es recordar a Salvador Allende. No jugar a la revolución es recordar al Che Guevara. Ninguno de los dos para su lucha apeló al corazón, al hígado, al estómago y peor al bolsillo de nadie.
Hay que preguntarse cuánto de culpa para levantar como símbolos del proceso electoral a esas vísceras y no al cerebro a quienes conducen la opinión pública: los medios de comunicación social.-

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