miércoles, 21 de noviembre de 2007

LA MEMORIA DE GUADALUPE

Quito, 6 de Septiembre, 2007.-

Hay memorias de personajes que por sus méritos de participación en vida, pasan a ser patrimonio social, de la colectividad, de la ciudadanía común, entre la que me cuento.

Digo, para curarme en sano y evitar que los aludidos en esta nota se les ocurra aseverar que esto no es de incumbencia de otras personas, que no sean la familia y los dirigentes del Partido Socialista del que fue su máxima dirigente, Guadalupe Larriva.

Por haber padecido en alma propia una tragedia con íntimos familiares fallecidos en un accidente aéreo, sé del inmenso e incurable dolor que puede sentir un grupo humano ante una catástrofe de esa magnitud, y de la diversidad de reacciones que van desde la pesadumbre inenarrable hasta los sentimientos de venganza y reclamo de castigo contra los que aparecen como responsables o culpables del siniestro y frente a ello, lo único que cabe es comprensión, tolerancia, magnanimidad.

Hasta donde es público el conocimiento, en el accidente de Guadalupe, su hija y oficiales de las Fuerzas Armadas, no habría indicio de sabotaje, mala intención de alguna jefatura, provocación de daño o negligencia perversa.

Actores responsables o irresponsables del accidente pagaron con sus vidas las imprevisiones o excesos de confiabilidad.

Otros, han compartido el duelo y dolor de lo acontecido.

Hay un grande y colectivo sufrimiento y pesar por la prematura desaparición de Guadalupe y en esta nota yo intento interpretar un sentimiento mayoritario ciudadano que anhelamos que su memoria sea exaltada en su apropiada dimensión, como mujer, como educadora, como política comprometida.

Correcto que se haya demandado una severa y total investigación sobre todos los elementos concurrentes al accidente, y si la familia de cualquiera de las víctimas o sus allegados y amigos sospechasen que la investigación no ha sido completa y severa, deberemos todos apoyar si demandan una satisfactoria conclusión.

No es dable que algunos oportunistas que se toman el nombre de la familia, aprovechando la vinculación política o profesional, como hace el dirigente Granda, para pretender se sentencie, se castigue a determinados mandos militares: eso constituye un despropósito que la propia Guadalupe desautorizaría, porque no se puede confundir el reclamo de justicia con el intento de aprovechar la circunstancia con oscuros propósitos.

Cuando ejercí el Ministerio de Educación pude conocer la hipocresía y doble discurso de Granda, junto a otros de sus conmilitones, quienes modosamente concurrían al despacho a demandar cargos y prebendas, y al no obtenerlas, ponerse al servicio de Nebot para que pueda ejercer su revancha por mi denuncia sobre la Perimetral de Guayaquil.
La memoria de Guadalupe, personaje de aquilatados méritos, debería estar en un sitial ejemplar, en esta hora de anhelados cambios, sin que nadie pretenda utilizarla en busca de otros fines.-

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