Estamos a punto de vivir un momento histórico, crucial, cuando puede darse la inflexión o quiebre de la línea que registra la caída indetenible del Ecuador hacia el abismo de la disolución.
Una mayoría abrumadora de la población sintió, concibió, intuyó y decidió: ha llegado la hora del cambio, la hora de una revolución. Se aglutinó en torno a Correa para alcanzar esa transformación.
En lugar de tomar las armas de fuego para emprender una revolución cruenta, como han sido antes las verdaderas revoluciones, esa mayoría tomó el voto, como arma cívica de paz, con la esperanza de que, quienes así lo ofrecieron, cumplan con el mandato impuesto en las urnas para que se procese la revolución que, para marcar la diferencia, se apellida ciudadana.
Según toda definición enciclopédica: Revolución es el cambio o transformación radical y profundo respecto al pasado inmediato.
La Asamblea Constituyente es la herramienta escogida para el cambio radical y profundo, los cambios que se hagan ¡ya¡ y los que se institucionalicen cuando se expida y consten en la nueva carta magna, luego de un proceso durante el cual irán asumiendo decisiones, haciendo uso de los poderes plenos que le concedió el pueblo.
El pueblo votó la tesis de Correa por la revolución ciudadana, al punto de que eligió sin siquiera leer los nombres de los votados: confió que ellos representen ese mandato.
Los derrotados, apaleados sucesivamente en los tres procesos electorales recientes, optan por el camino de la leguleyada, argumentando que una o varias palabras en el estatuto deban impedir lo que esa contundente mayoría decidió. Y quieren anclar el proceso con el argumento de que la Constitución vigente, permita o no que haya una revolución. Incoherencia.
Mientras las acciones que emanen de la Asamblea sean para beneficio de la justicia, la equidad y la solidaridad social, los ciudadanos sentirán que después de tocar fondo se está produciendo el punto de quiebre.-
Una mayoría abrumadora de la población sintió, concibió, intuyó y decidió: ha llegado la hora del cambio, la hora de una revolución. Se aglutinó en torno a Correa para alcanzar esa transformación.
En lugar de tomar las armas de fuego para emprender una revolución cruenta, como han sido antes las verdaderas revoluciones, esa mayoría tomó el voto, como arma cívica de paz, con la esperanza de que, quienes así lo ofrecieron, cumplan con el mandato impuesto en las urnas para que se procese la revolución que, para marcar la diferencia, se apellida ciudadana.
Según toda definición enciclopédica: Revolución es el cambio o transformación radical y profundo respecto al pasado inmediato.
La Asamblea Constituyente es la herramienta escogida para el cambio radical y profundo, los cambios que se hagan ¡ya¡ y los que se institucionalicen cuando se expida y consten en la nueva carta magna, luego de un proceso durante el cual irán asumiendo decisiones, haciendo uso de los poderes plenos que le concedió el pueblo.
El pueblo votó la tesis de Correa por la revolución ciudadana, al punto de que eligió sin siquiera leer los nombres de los votados: confió que ellos representen ese mandato.
Los derrotados, apaleados sucesivamente en los tres procesos electorales recientes, optan por el camino de la leguleyada, argumentando que una o varias palabras en el estatuto deban impedir lo que esa contundente mayoría decidió. Y quieren anclar el proceso con el argumento de que la Constitución vigente, permita o no que haya una revolución. Incoherencia.
Mientras las acciones que emanen de la Asamblea sean para beneficio de la justicia, la equidad y la solidaridad social, los ciudadanos sentirán que después de tocar fondo se está produciendo el punto de quiebre.-
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